El general Villa en una
de las cabeceras de una mesa de comedor. A su derecha, en el siguiente
orden, los señores Paulino Martínez, dos señoras,
una de ellas pariente del general Zapata, en seguida el niño
Nicolás Zapata, hijo del general don Emiliano, después
el señor Alfredo Serratos, le sigue el general Roque González
Garza a cuya derecha está el general Amador Salazar y por último
el capitán Alberto S. Piña.
A la izquierda del general Villa el
general Zapata, el general Eufemio de igual apellido, el general Palafox,
Secretario del general Emiliano Zapata, seguidamente el general Banderas,
quien se levanta momentos después, siendo ocupado su lugar
por el capitán Manuel Alza.
Al principio hablan los generales Zapata
y Villa respecto a una carta del segundo al primero, interviniendo
el general Palafox para fijar la fecha de la carta. Después
se generaliza la conversación en esta forma:
El Gral. Villa: Siempre estuve con la
preocupación de que se fueran a quedar olvidados, pues yo tenía
empeño en que entraran en esta Revolución. Como Carranza
es un hombre tan, así, tan descarado, comprendí que
venían haciendo el control de la República; y yo, nomás
esperando.
El Gral. Zapata: Ya han dicho a usted
todos los compañeros: siempre lo dije, les dije lo mismo, ese
Carranza es un canalla.
F. V.: Son hombres que han dormido en
almohada blandita. ¿Dónde van a ser amigos del pueblo
que toda la vida se la ha pasado de puro sufrimiento?
E. Z.: Al contrario, han estado acostumbrados
a ser el azote del pueblo.
F. V.: Con estos hombres no hubiéramos
tenido progreso ni bienestar ni reparto de tierras, sino una tiranía
en el país. Porque, usted sabe, cuando hay inteligencia, y
se llega a una tiranía, y si es inteligente la tiranía,
pues tiene que dominar. Pero la tiranía de estos hombres era
una tiranía taruga y eso sería la muerte para el país.
Carranza es una figura que yo sé de ´onde salió
para convertir a la República en una anarquía.
Palafox: Lo que hicieron en la ciudad
de México no tiene precedente; si hubieran entrado los bárbaros
lo hubieran hecho mejor que ellos.
F. V.: Es una barbaridad.
E. Z.: En cada pueblo que pasan...
F. V.: Sí, hacen destrozo y medio.
No había otro modo para que se desprestigiaran, para que se
dieran a conocer. Tenían antes algo de prestigio, pero ahora...
Estos hombres no tienen sentimientos de Patria.
Palafox: De ningunos, de ninguna clase
de sentimientos.
F. V.: Yo pensaba que con nosotros pelearían
ahora que empecé a caminar del Norte; pero no, no pelearon.
E. Z.: Aquí empezaban a agarrarse
fuerte, y... ya lo vé usted.
Serratos (al Gral. Zapata): Que si no
quería usted someterse tenía 120,000 hombres para darles
a los del Sur lo que necesitaban, eso fue lo primero que dijo Carranza.
F. V.: Para que ellos llegaran a México
fue para lo que peleamos todos nosotros. El único ejército
que peleó fue el nuestro (refiriéndose al avance hacia
el Sur). Nunca nos hacían nada, no obstante que tenían
guarniciones hasta de mil hombres. Los que por allá pelearon
muy duro fueron estos huertistas, llegó a haber batallas donde
hubiera poco más de cinco mil muertos.
E. Z.: ¿En Zacatecas?
F. V.: En Torreón también,
allí estuvo muy pesado; pelearon como 18,000 hombres. En toda
la región lagunera pelearon como 27 días. Pablo González,
que hacía más de un mes estaba comprometido conmigo
para no dejar pasar federales, me dejó pasar once trenes; pero
todavía nos corrió la suerte de que pudimos con ellos
y todavía les tomamos Saltillo y otros puntos, y si acaso se
descuida ese González, lo tomamos hasta a él. (Risas.)
E. Z.: Yo luego calculé: Donde
van a esperarse y a hacerse fuertes, en Querétaro.
González Garza: Ahí esperábamos
nosotros la batalla...
F. V.: Yo esperaba que por ahí
por el Bajío hubiera unos 600 ó 700 muertos; pero nada:
puro correr.
Serratos: En la Huasteca han estado
haciendo lo mismo, igual.
F. V.: En estos días entró
por ahí Murguía a un pueblo de por aquí.
Serratos: Zitácuaro.
F. V.: Pues creo que sí. Sorprendió
a la guarnición diciendo que era convencionista, y asesinó
como a treinta oficiales y jefes y una parte de tropa. Pero yo le
cargué fuerzas por distintas partes. (Pausa). Vamos a ver si
quedan arreglados los destinos de aquí de México, para
ir luego donde nos necesitan.
Serratos: En las manos de ustedes dos
están. (Todos asienten a lo dicho por Serratos).
F. V.: Yo no necesito puestos públicos
porque no los sé "lidiar". Vamos a ver por dónde
están estas gentes. Nomás vamos a encargarles que no
den quehacer.
E. Z.: Por eso yo se los advierto a
todos los amigos que mucho cuidado, si no, les cae el machete. (Risas.)
Serratos: Claro...
E. Z.: Pues yo creo que no seremos engañados.
Nosotros nos hemos estado limitando a estarlos arriando, cuidando,
cuidando, por un lado, y por otro, a seguirlos pastoreando.
F. V.: Yo muy bien comprendo que la
guerra la hacemos nosotros los hombres ignorantes, y la tienen que
aprovechar los gabinetes; pero que ya no nos den quehacer.
E. Z.: Los hombres que han trabajado
más son los menos que tienen que disfrutar de aquellas banquetas.
No más puras banquetas. Y yo lo digo por mí: de que
ando en una banqueta hasta me quiero caer.
F. V.: Ese rancho está muy grande
para nosotros; está mejor por allá afuera. Nada más
que se arregle esto, para ir a la campaña del Norte. Allá
tengo mucho quehacer. Por allá van a pelear muy duro todavía.
E. Z.: Porque se van a reconcentrar
en sus comederos viejos.
F. V.: Aquí me van a dar la quemada;
pero yo creo que les gano. Yo les aseguro que me encargo de la campaña
del Norte, y yo creo que a cada plaza que lleguen también se
las tomo, va a parar el asunto de que para los toros de Tepehuanes
los caballos de allá mismo.
E. Z.: ¿Pero cómo piensan
permanecer, por ejemplo, en las montañas y así, en los
cerros, de qué manera? Las fuerzas que tienen no conocen los
cerros.
Serratos: ¿Qué principios
van a defender?
F. V.: Pues yo creo que a Carranza todavía;
pero de Patria no veo nada. Yo me estuve "ensuichado" cuando
la Convención; empezaron: que se retire el general Villa y
que se retire, y yo dije: yo creo que es bueno retirarse pero es mejor
hablar primero con mi general Zapata. Yo quisiera que se arreglara
todo lo nuestro, y por allá, en un ranchito -lo digo por mi
parte-, allá tengo unos jacalitos, que no son de la Revolución.
Mis ilusiones son que se repartan los terrenos de los riquitos. Dios
me perdone ¿no habrá por aquí alguno? (irónicamente).
Voces: Es pueblo, es pueblo.
F. V. (prosigue): Pues para ese pueblo
queremos las tierritas. Ya después que se las repartan, comenzará
el partido que se las quite.
E. Z.: Le tienen mucho amor a la tierra.
Todavía no lo creen cuando se les dice: "Esta tierra es
tuya". Creen que es un sueño. Pero luego que hayan visto
que otros están sacando productos de estas tierras dirán
ellos también: "Voy a pedir mi tierra y voy a sembrar".
Sobre todo ése es el amor que le tiene el pueblo a la tierra.
Por lo regular toda la gente de eso se mantiene.
Serratos: Les parecía imposible
ver realizado eso. No lo creen; dicen: "Tal vez mañana
nos las quiten".
F. V.: Ya verán cómo el
pueblo es el que manda, y que él va a ver quiénes son
sus amigos.
E. Z.: El sabe si quieren que se las
quiten las tierras. El sabe por sí solo que tiene que defenderse.
Pero primero lo matan que dejar la tierra.
F. V.: Nomás le toman sabor y
después les damos el partido que se las quite. Nuestro pueblo
nunca ha tenido justicia, ni siquiera libertad. Todos los terrenos
principales los tienen los ricos, y él, el pobrecito encuerado,
trabajando de sol a sol. Yo creo que en lo sucesivo va a ser otra
vida y si no, no dejamos esos máussers que tenemos. Yo aquí
juntito a la capital tengo 40,000 mausseritos y, unos 77 cañones
y unos...
E. Z.: Está bueno.
F. V.: ... 16.000,000 de cartuchos,
aparte del equipo, porque luego que vi que este hombre (por Carranza)
era un bandido, me ocupé de comprar parque, y dije: con la
voluntad de Dios y la ayuda de ustedes los del Sur; porque yo nunca
los abandoné; todo el tiempo estuve comunicándome.
E. Z.: Estos c...; luego que ven tantito
lugar, luego luego se quieren abrir paso, y se van al sol que nace.
Al sol que nace se van mucho al c...; por eso a todos esos c... los
he "quebrado"; yo no los consiento. En tantito que cambian
y se van, ya con Carranza o ya con el de más allá. Todos
son una punta de sinvergüenzas. Ya los quisiera ver en otros
tiempos.
F. V.: Yo soy un hombre que no me gusta
adular a nadie; pero usted bien sabe tanto tiempo que estuve yo pensando
en ustedes.
E. Z.: Así nosotros. Los que
han ido allá al Norte, de los muchos que han ido; estos muchachos
Magaña y otras personas, que se han acercado ante usted, le
habrán comunicado de que allá tenía yo esperanzas.
El es, decía yo, la única persona segura, y la guerra
seguirá, porque lo que es aquí conmigo no arreglan nada
y aquí seguiré hasta que no me muera yo y todos los
que me acompañan.
F. V.: Pues sí, a ver esos que
saben de gabinete qué...
E. Z. (hablando con Palafox): Hay que
entreverarlos, de esos gruesos y de esos mansos también.
Se sirven unas copas de cognac. El general
Villa suplica que le traigan agua. Entretanto, dice:
F. V.: Pues, hombre, hasta que me vine
a encontrar con los verdaderos hombres del pueblo.
E. Z. (correspondiendo la alusión):
Celebro que me haya encontrado con un hombre que de veras sabe luchar.
F. V.: ¿Sabe usted cuánto
tiempo tengo yo de pelear? Hace 22 años que peleo yo con el
Gobierno.
E. Z.: Pues yo también, desde
la edad de 18 años.
El Gral. Zapata habla con el Gral. González
Garza y otros de la hora de llegada: Yo les dije que entre doce y
una, ¿verdad?
F. V. (ofreciendo al Gral. Zapata su
vaso de agua): ¿Usted gusta de agua, mi general?
E. Z.: (cortésmente). No, tómele.
Hay un momento en que hablan tan quedo
que no se oye lo que dicen. Solamente se escucha el final de una frase
del general Villa: ... por eso siempre me estuve yo acordando de ustedes
desde que levanté la revolución, luego luego pensé
en ustedes.
La música que toca en el corredor
no deja oír la contestación del general Zapata, ni lo
que sigue de la conversación. Vagamente se oye que el general
Villa habla de cuando hizo correr a 23 generales.
En esos momentos llega el general Eufemio
Zapata y saluda a los circunstantes.
Los generales Zapata y Villa hablan
de la forma de los sombreros. El general Zapata dice que él
no se halla con otro sombrero que el que trae. El general Villa dice:
Yo antes usaba de esos mismos (por el del general Zapata), nomás
que de palma; pero desde hace tres años me acostumbré
a estas gorritas.
F. V.: Desde 1910 tantió todo
el cientificismo que yo estorbaba, y cuándo el levantamiento
de Orozco yo luego comprendí que era un levantamiento del cientificismo,
y lo sentí en el alma.
E. Z.: El tiempo es el que desengaña
a los hombres.
F. V.: El tiempo, sí, señor.
E. Z.: Pero lástima que él
(Orozco) no "haiga" ido. Así cómo maté
a su padre, yo lo llamé también para hacer lo mismo,
porque mis ganas eran con él.
F. V.: ¡A qué hombre ése
tan descarado!
E. Z.: Pero yo dije: éste por
cobarde hace esto, ¡conque mandas a tu padre!, pues ahora tu
padre me la paga, y te lo fusilo, para que no mañana digas
que por miedo a ti no lo fusilé; pero yo cumplo con un deber
en matar a los traidores, aunque vengas con tu ejército después.
F. V.: Hizo muy bien. Yo, cuando lo
fusilaron, dije yo: pues ahora sí qué sabroso. (?)
Vuelve a tocar la música y nada
absolutamente puede oírse, hasta que se levantan para pasar
a conferenciar a otra pieza ya cerca de las dos de la tarde. La conferencia
entre el general Villa y el general Zapata y su secretario el general
Palafox duró hasta después de las tres de la tarde.
Concluida la conferencia, se pasó
al comedor donde, al final de un sencillo banquete al estilo mexicano,
se pronuncian algunos discursos, siendo los principales los siguientes:
El general Villa, después de
haberle dado la bienvenida un orador cuyo nombre se escapa a la memoria,
se puso de pie y dijo:
"Compañeros: Van ustedes
a oír las palabras de un hombre inculto; pero los sentimientos
que abriga mi corazón me dictan que ustedes oigan estas palabras
que sólo se van a relacionar con asuntos de Patria. Es lo que
abrigo en el corazón. Hace mucho tiempo que estamos en la esclavitud
por la tiranía. Soy hijo del pueblo humilde, y a ese pueblo
que representamos nosotros a ver si lo encarrilamos a la felicidad.
Vivan ustedes seguros de que Francisco Villa no traicionará
jamás a ese pueblo que han tenido en la esclavitud. Y soy el
primero en decir que para mí no quiero ningún puesto
público sino nomás la felicidad de mi Patria, para que
todos los mexicanos conscientes no se avergüencen de nosotros.
"Respecto a todos esos grandes
terratenientes, estoy propuesto a secundar las ideas del Plan de Ayala,
para que se recojan esas tierras y quede el pueblo posesionado de
ellas. El pueblo que por tanto tiempo ha estado dando su trabajo,
sin más preocupaciones esos terratenientes que tenernos en
la esclavitud. Yo, como hombre del pueblo, ofrezco de una manera sincera
que jamás traicionaré, que nunca traicionaremos su voluntad
para que el pueblo no sufra.
"Cuando yo mire los destinos de
mi país bien, seré el primero en retirarme, para que
se vea que somos honrados, que hemos trabajado como hombres de veras
del pueblo, que somos hombres de principios.
"Vengo, señores, para darles
a ustedes el abrazo que me piden".
Después tomó la palabra
el señor Mauro Quintero en los siguientes términos:
"Si los dos polos Norte y Sur,
al darse un estrecho abrazo, explotaran y en miles de pedazos rodaran
por el espacio iluminando con su blancura el espacio, jamás
un estrecho abrazo de esos dos poderes podría ser tan hermoso,
tan grande y tan sublime como los dos poderes, Norte y Sur, que acaban
de abrazarse para traer al pobre y al humilde lo que tan necesario
le es: la justa libertad que le darán el general Villa que
es el poder del Norte y el general Zapata que es el poder del Sur".
En seguida habló don Paulino
Martínez:
"Señores: Esta fecha debe
quedar burilada con letras de diamante en nuestra historia porque
en mi humilde concepto éste es el primer día del primer
año de la redención del pueblo mexicano. Es la aurora
de su felicidad porque dos hombres puros, dos hombres sinceros, que
no tienen doblez ninguna, que han nacido del pueblo, que sienten sus
dolores y que sólo luchan por ver a ese pueblo humilde y feliz,
en este día, como he dicho, comienza la redención del
pueblo porque ellos sabrán cumplir con lo que han prometido
en sus respectivos programas, en sus respectivos planes. El Plan de
Ayala, como vosotros sabéis, no quiere más que tierras
y libertad para el pueblo y el Pacto de Torreón que obligaba
al señor Carranza a ser un hombre puro, éste se negó
a firmarlo, porque prometía libertad.
"Debemos regocijarnos todos porque
nuestros sacrificios, porque todos los revolucionarios que desde hace
cuatro años han abandonado a sus esposas, han abandonado a
sus hijos, se sienten también regocijados porque saben que
esos sacrificios no quedarán burlados.
"Señores, digamos una vez
más que vivan el general Zapata y que viva el general Villa,
los hombres abnegados que llevarán a la República al
pináculo de la grandeza."
El señor Lic. Soto y Gama sucedió
al señor Martínez en el uso de la palabra, empezando
por decir que cuando las emociones son intensas, la palabra es pobre,
es descolorida para reflejar los sentimientos del corazón;
que por eso tal vez su compañero el general Roque González
Garza que, como él, Soto y Gama, y muchos otros de los presentes,
han sentido intensamente en esa gran fiesta de la Revolución,
no se han atrevido a hablar, porque en ocasiones como ésta
no debe haber palabras sino, gritos del alma, y que ahora el grito
del alma es éste: El pueblo mexicano se ha salvado. Se han
salvado los intereses sagrados de la Patria. Concluye exhortando a
los generales Zapata y Villa para que no defrauden las esperanzas
del pueblo y para que cumplan los compromisos que han contraído
con éste, y, al final estrecha la mano del general Zapata y
la del general Villa.
Finalmente el general Roque González
Garza hizo uso de la palabra, para decir:
"Ciudadanos, jefes del Sur y del
Norte, ciudadanos oficiales del Ejército Nacional, ciudadanos
del Sur: El que os habla jamás en su vida había sentido
emoción tan grande (en efecto, el Gral. González Garza
estaba visiblemente conmovido). El que os habla comprende la trascendencia
enorme del acto que estamos presenciando; porque no debemos olvidar
que nuestra historia nacional registra un hecho análogo; el
abrazo de Acatempan, entre dos hombres que hasta aquel entonces habían
sabido cumplir con sus obligaciones y con sus deberes para con la
Patria. Pero desgraciadamente uno no supo cumplir: traicionó.
El otro, remontándose en las montañas del Sur, fue lo
suficientemente abnegado para ceder el puesto que le correspondía
y entregar todo el poder al que no supo hacer buen uso de él,
al que no comprendió nunca la idea de hacer grande y feliz
a la Patria mexicana, y que ahora los reaccionarios a quienes estamos
combatiendo pugnan por elevarlo a las altas regiones del ideal haciéndonoslo
aparecer como el libertador de México; me refiero nada menos
que al heroico Guerrero, sereno e impasible, y al traidor Iturbide.
"Que éste Pacto de Xochimilco
no llegue a tener jamás la parte repugnante de aquel otro que
registra nuestra historia. Yo tengo la seguridad de que el general
Villa sabrá estrechar siempre en sus brazos al hombre sufrido;
al hombre que sin elementos y enfrentándose con miles de necesidades
ha sabido mantener incólume el estandarte de la libertad y
de las reivindicaciones públicas.
"Generales Zapata y Villa: los
destinos de la Patria están en vuestras manos. Escuchad los
desinteresados consejos de los que colaboran con vosotros, y no dejéis
para mañana la indicación precisa y oportuna en estos
momentos, de que ninguno de vosotros debe aspirar a ningún
puesto público. El general Zapata en el Sur está obligado
a garantizar el triunfo de la revolución y vos, señor
general Villa, estáis obligado a garantizar el triunfo de la
revolución en el Norte.
"Que la Convención, producto
puro y genuino de los hombres levantados en armas en toda la República,
resuelva los problemas económicos y sociales en la ciudad de
México, y vosotros, con vuestro poder y vuestra fuerza, y con
vuestra fibra, sostened al que resulte electo, porque de esa manera
seréis grandes, seréis fuertes, y seréis respetados,
no sólo por la República, sino también por el
mundo entero, por el extranjero, que nos escucha y que nos atisba.
"Este es un día grandioso
en la historia de México. El abrazo de Acatempan quedará
mucho más atrás que el abrazo de Xochimilco. Entonces
eran dos hombres de raza distinta, y ahora son dos hombres de la misma
raza, creados en distinto medio y por eso sus complexiones y sus figuras
son diferentes: el uno macilento y endeble, pero perseverante, fuerte
y poderoso en el alma; el otro robusto y con facciones duras, pero
amable y noble en el fondo, grandioso en los combates y magnánimo
con los vencidos.
"Vosotros, señores generales,
tenéis un grave compromiso con la Patria, y ¡guay!, de
vosotros si no sabéis cumplir con todos los que os seguimos
con entusiasmo y que estamos dispuestos a sacrificarnos. El día
que no cumpláis seremos los primeros en volveros las espaldas
y reclamaros para la Patria el debido cumplimiento de los compromisos
que habéis contraído.
"Que no se repita en nuestra historia
el triste espectáculo de un pacto que no se cumpla. Es tiempo
que de sepamos darle al pueblo lo que necesita, es tiempo de que lo
hagamos feliz porque tiene derecho a serlo.
"Señores generales Zapata
y Villa, que el Dios de las naciones os ilumine en el grandioso papel
que desempeñáis y en la grandiosa empresa que el destino
os ha encomendado."
México, diciembre 4 de 1914.